He estado en bodas bonitas, en bodas grandes, pequeñas, ostentosas, sencillas, rústicas, modernas, emotivas... pero ninguna tan divertida como la de Laura y Miguel. Y lo fue no por el atrezzo, ni el photocall, ni por las sorpresas, sino por sus invitados. ¡Pero bueno, que no sabéis qué familia más bailonga! Eso era un no parar, un darlo todo como si fuera el último día de la existencia, pero qué energía, por favor, incansables estuvieron bailando sin parar todas las canciones que sonaron.
Se casaban a las 12.30, así que estuvimos con Miguel bien prontito. Bueno, con él y con Conan, ataviado con su parajita y todo porque la ocasión lo merecía. Enseguida nos enseñó sus gemelos "motorizados".
El carácter jovial de Miguel lo hace todo muy fácil. Y el de Conan también, y, de hecho, se convirtió en el protagonista de los preparativos del novio. Es difícil decir quién estaba más contento, si el perro o él, pero sí creo poder decir a quién le daba más pena dejarle solito durante la luna de miel: a Laura.
Como buena novia, se subía por las paredes. Y cuando se puso el vestido, se le salía el corazón por la boca. No sé vosotras, pero ese es un momento crucial en el que te das cuenta de que por fin ha llegado el fin a tanta espera. Destacable el momento en el que su guapérrimo hermano, Sergio, la vio vestida ya en el salón y sólo pudo exclamar "joé" muy expresivo.
Se casaron en el Palacio del Negralejo, un sitio bien bonito donde parece que toda la finca es para ti y no te cruzas con otra novia en caso de que la haya. A través de la ceremonia de la arena, mezclaron cada día, cada grano, de sus vidas ante todos.
Y entonces llegó el plato fuerte. Los novios se leyeron sus propios votos. Y servidora no pudo reprimir la risa cuando Miguel dijo que era una jornada muy importante para él y que, sin duda, estaba "subiendo al podio a lo Valentino Rossi" (qué crack), ni las lágrimas cuando se declaraban su amor. Pero oye, que de verdad, que me caían los lagrimones a base de bien, porque es que además estos chicos no saben que podían no haber leído ni una sola palabra y se hubiera entendido igual. Qué manera de mirarse, por Dios, yo me sentía en medio de una gran historia de amor.
Este post de hecho se llama Compenetración porque es la palabra que más repitieron sus allegados sobre ellos. Y creo que se ve lo a gusto que están juntos y lo bien que se llevan, ¡en especial porque no dejaban de mirarse y besarse!
Otro momento subrayable es cuando empezaron a bailar un vals para pronto sorprender a todos marcándose un Rock&Roll de ole. ¡Vaya locura de giros..! Tras el primer baile, sonó un tema de Grease y la familia de Laura enloqueció y saltó a la pista para dejarse llevar en una coreografía que yo creo conoce más de una boda. Y a partir de ahí más y más baile, mayores y pequeños. Eso es una fiesta, oiga.
Tanto fue así, que poco pasaron por el photocall que los novios habían preparado con sus manitas, aunque cuando lo hicieron dejaron imágenes memorables.
Queridos Laura y Miguel espero que os dure siempre el buen rollo y que os sigáis riendo tanto juntos como lo hacéis. Fue precioso acompañaros y es un genial estar con vosotros. No me extraña que os quieran tanto.
4 comentarios:
at: 4/11/13, 9:57 dijo...
Precioso lugar!
Entrañable boda..
y oiga...guapérrimo hermano!
Besos;)!
at: 4/11/13, 11:02 dijo...
GRACIAS!!, MUCHAS GRACIAS!! por hacer que el recuerdo de ese día sea tan especial y maravilloso. Todos hemos quedado encantados con vosotros, con vuestro trabajo y buen hacer y por estar en cada momento (pequeño o grande) sin darnos cuenta de que estabais ahí, cámara en mano…
Sois estupendos!!
Un besazo!!!
at: 4/11/13, 11:06 dijo...
Gracias a vosotros por mostraros ante nosotros tal y como sois, por dejarnos colarnos en momentos tan emotivos y emocionantes. Os deseamos lo mejor y que lo veamos un poquito. Sois geniales! Besos a los dos!
at: 4/11/13, 11:16 dijo...
Qué ramo tan bonito, por favor...
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