50 años de Desayuno con diamantes

Ayer, 5 de octubre, se cumplieron las bodas de oro de del cine con el desayuno más memorable de todos los tiempos, el de Audrey Hepburn ante el escaparate de Tiffany's.

En la 5ª con la 57 está la ventana que le alegraba la vida a Holly Golightly cuando tenía un día rojo:"¿Conoce usted esos días en que se ve todo de color rojo?... Se tiene un día negro porque una se engorda o porque ha llovido demasiado:estás triste y nada más. Pero los días rojos son terribles.

De repente, se tiene miedo y no se sabe por qué.
Cuando me pasa, lo único que me va bien es coger un taxi e irme a Tiffany.
Me calmo enseguida... La tranquilidad y el aspecto lujoso que tiene...
Nada malo podría ocurrirme allí"

Desayuno con diamantes no es sólo la maravillosa Moon river con la que yo hice mi entrada el día de mi boda, sino la preciosa Audrey y el guapísimo George Peppard interpretando a dos soñadores en la ciudad que nunca duerme. Quizá por eso, son unos fracasados. Entre líneas, Truman Capote; alrededor, un Nueva York que aplasta; en las entrañas, una comedia amarga; en la retina, un beso bajo la lluvia apretujando a Gato entre cubos de basura; en la memoria, para siempre, esos exquisitos y largos planos de Edwards...

Holly y Paul recorren esas calles donde la ilusión se esfuma entre rascacielos que, como ellos,  intentan tocar el cielo pero que no lo hacen, hayando en su amor la única esperanza.

La secuencia del desayuno en Tiffany's, que muestra una calle desierta, estaba, sin embargo, llena de curiosos observando, algo que ponía de los nervios a la actriz. Y se explica porque era la madrugada de un domingo.

En mi luna de miel, yo también desayuné allí con ella...

Para sacaros una sonrisa, y por si no la habéis visto, os dejo la memorable y demencial secuencia de la fiesta.