La siesta o peripecias a gogó

Ayer tuve mucho trabajo y no pude pasarme por aquí (ni por ahí, y tengo mucha lectura atrasada de los blogs que sigo!). A la hora de la siesta aún no sabía que recibiría una llamada para que saliera pitando a grabar "blablaberías", así que estaba tan a gustito en casa lamiéndome las heridas de por la mañana. Fue una jornada de esas en las que me dieron empujones y codazos por todas partes (¡mamá, papá por qué me hicisteis tan educadita!), y reposaba tranquila en el sofá. Todo lo tranquila que puedo yo ser, claro.

En casa, no dormimos siesta. Ni Nacho ni yo sabemos estar mucho tiempo tumbados sin hacer nada. Rápidamente nos ponemos con nuestras cosas porque no sabemos estar simplemente viendo la tele. De repente, se me ocurre algo y le digo "no te muevas".  Y él, no se mueve. Aunque no entienda qué narices hago.

Le encanta el resultado, pero ni él ni yo logramos decidirnos! Queremos ampliarla pero no sabemos cuál nos gusta más. ¿Nos ayudáis?

Aprovechando su buena disposición (siempre la tiene, pobre), hice una variante de la foto que Corazón de pica pica encontró y que tanto me gustó. 

Otro día os cuento lo que tenía pensado para hoy, que ya se me ha hecho tarde. Por eso, empezaba hablando de mi trabajo (bueeeno, por eso, y porque si no me voy por las ramas no soy yo), y es que los cámaras pasamos mucho tiempo esperando, y mientras desesperamos -digo esperamos-, pues nos contamos la vida en verso, al revés y en chino si hace falta para amenizar el tema. ¡Pero lo de ayer fue algo inédito! Un compi de pronto me pregunta "si el dolor oliera... ¿A qué olería?"

Creo que no hace falta que añada más. Ya os hacéis una idea de cuánto nos aburrimos hasta que sale el teleñeco en cuestión.