Hoy despedimos a Liz Taylor: la rotunda Cleopatra, la gata sobre el tejado de zinc, la repipi Amy March... Rutilante actriz, pionera en la defensa del SIDA... Elizabeth. Ella, con esos ojos ¿violeta? con esos tropecientos amantes, con esa vida tan de película, era diferente. Por eso no pasó desapercibida ni dentro ni fuera de la pantalla.
Pero como el titular por el que hoy es noticia me apena, tengo que contrarrestarlo con una de esas cosas que tanto me gustan y que dan sentido a este blog tan ñoño que me he montado: Mujercitas.
Esta película me trae tantos recuerdos... ¡Tantos! La habré visto como un millón de veces en casa de mis abuelos, y a mí se me parecían las protagonistas a mi madre y mis tías, cuatro hermanas también. De ahí que yo quisiera hermanas ¡muchas! y luego hijos ¡no tantos!
Un alto aquí para rogaros que no tengáis sólo un crío, por favor.
Pero es que por esta película tengo yo los sueños (casi frustrados ya) que tengo. He crecido queriendo ser Jo March, la apasionada escritora. ¡Jo March me inspira! En esa cinta un poco pastelosa, el tipo de mujer que ella representa es el de aquella que abre caminos, que no se limita a seguir los dictados de la sociedad, aquella que ES, pese a quien pese. Aunque Liz interpretara a la odiosa Amy (que únicamente pensaba en encontrar marido y estar guapa todo el día) era, en su vida real, Jo.
Os deseo a todas una existencia tan intensa e inspiradora como la de June Allyson en la película. Igual apetece volver a verla, ¿no?
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